a Reserva Federal ha promovido esa rentabilidad manteniendo
prácticamente en cero las tasas de interés sobre los fondos
federales. Esto quiere decir que los bancos pueden fondearse muy
barato y prestar con un margen muy alto y, así, obtener grandes
márgenes de ganancia.
Incluso pueden seguir con
prácticas de operación de antes de la crisis y sin necesidad de
prestar a las empresas, en especial a las de menor tamaño. El papel
del crédito esta desvirtuado en una economía de mercado, así como
el de la misma especulación.
Una muestra de las
condiciones financieras es que las grandes corporaciones acumulan un
muy alto nivel de liquidez ante las pocas oportunidades de inversión.
De ahí se desprenden las adquisiciones que se han hecho en el
mercado; una de las más recientes es, por ejemplo, la de Nokia por
Microsoft. Esto lleva a una mayor concentración y centralización
del capital.
Los bancos y fondos de
inversión de Wall Street siguen activamente en el juego financiero,
mientras que la actividad productiva y el empleo están atorados. Por
eso resisten tanto las medidas de regulación que se imponen en al
ámbito internacional como son aquellas derivadas del Comité de
Basilea y que se centran en el reforzamiento del capital para reducir
los riesgos de nuevas quiebras.
Eso es caro para los
bancos. En Estados Unidos las reglas de Basilea no se aplican o se
acomodan a la gestión interna. Además se han creado nuevas normas
como la Ley Dodd-Frank y la Regla Volcker que pretenden restablecer
la división entre las actividades de banca comercial y de inversión,
donde se ubica buena parte del origen de la crisis.
Se trata de reducir las
repercusiones negativas que provocan los bancos que se vuelven
demasiado grandes para quebrar, y que saben que eventualmente serán
rescatados debido a su peso específico en las transacciones
financieras. Esto, por supuesto, a costa del erario público, o sea,
de los recursos de los ciudadanos. La presión de los poderosos
cabilderos de los bancos es notoria para que se mantengan las cosas
con la menor regulación posible. Hay una batalla regulatoria muy
visible.
La rentabilidad de los
bancos está sostenida por la gestión monetaria de tasas cero. Su
situación no se ha fortalecido definitivamente, ni se han redirigido
al financiamiento de la actividad productiva y a una menor operación
especulativa. Se endeudan en demasía para ganar manejando activos
riesgosos. Cuando esa política se vaya desactivando se irán viendo
la herrumbre que dejará la bajada de la marea.
Las distorsiones
financieras y productivas son muy grandes pues no se han saneado los
procesos de acumulación de capital y riqueza. La gente sigue
desempleada, los salarios se mantienen bajos y la desigualdad de los
ingresos crece. Las condiciones son aun propicias para que se creen
nuevas burbujas de especulación. La esencia de la crisis no se ha
superado.
En Europa la situación de
fragilidad es similar en el entorno financiero, pero las cosas se
complican por los acuerdos comunitarios y la existencia del euro como
moneda única. En ese entorno, Alemania, tiene un lugar de fuerza, su
economía se mantiene relativamente fuerte y las políticas de ajuste
que el gobierno de Merkel impone sobre sus socios han podido mantener
la ficción de que los bancos de ese país se han recuperado.
Eso deriva de que se ha
creado un esquema de flujos de capital en su beneficio, lo que
sostiene su producción y sus exportaciones. Entretanto, la deuda
pública de los países deudores se agranda y sus economías se
hunden, las empresas quiebran y la gente se queda sin empleo, sin
ingreso ni servicios públicos. Los casos de España, Grecia o
Portugal siguen siendo muy ilustrativos.
Europa se ha vuelto
alemana en el sentido más restrictivo del término, es alemana
porque gira alrededor de ese punto de atracción. No deriva ninguna
ventaja del fuerte ajuste recesivo que se impone desde Berlín por la
vía de su apéndices: un muy desgastado gobierno europeo y su
burocracia, situados en Bruselas y en Francfort, sede del Banco
Central Europeo, ligado al Bundesbank. Desde el centro alemán se van
creando círculos concéntricos de periferias cada vez más endebles.
El crédito es un
instrumento clave de una economía de mercado compleja. La
financiarización que se ha ido extendiendo en las últimas décadas
ha deformado el proceso económico y sus repercusiones son evidentes.
Las pautas institucionales se han trastocado y las autoridades
monetarias se acomodan de un modo perverso al capital financiero. Ahí
radica el carácter sistémico de la crisis que se recrea desde la
quiebra de Lehman Brothers.
Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2013/09/16/01228718-a-cinco-anos-de-lehman-brothers-leon-bendesky